Un boxeador peso medio un día es obligado a pelear con un peso pesado que se autopercibe peso medio. Así es como se sienten muchos empresarios agrícolas cuando escuchan que el maní es una “economía regional”.
El anuncio de la intención de aumento generalizado de derechos de exportación realizado por el ministro de Economía Luis Caputo el mes pasado desató un “festival” de lobbies para poder zafar del impuestazo.
Uno de los que “gritó más fuerte” fue el sector manicero, el cual, ayudado también por pedidos especiales provenientes del gobierno de Córdoba (aliado de la gestión de Javier Milei), logro quedar exento del impuesto que se está “cocinando” en el Congreso en estos días.
“La realidad es que ya no es más una economía regional: hoy el maní es un cultivo que se siembra en al menos cinco provincias; ya no se produce en la zona tradicional, que es el centro-sur de Córdoba”, explicó a Bichos de Campo Juan Pablo Alzapiedi, empresario agrícola de la zona sudeste de Córdoba.
“Los maniceros están ofreciendo entre 28 a 30 qq/ha de soja para arrendar campos y esa cifra es imposible de pagar para los que nos dedicamos a la agricultura tradicional extensiva”, añade.
El lobby manicero, que va con una mano atrás y otra adelante al momento de pedir favores tributarios, en el mercado de campos en alquiler agita la billetera a los cuatro vientos para sacar a patadas, si es necesario, a arrendatarios que se dedican a la agricultura tradicional.
La mayor parte de las industrias maniceras se encuentran ubicadas a lo largo de la ruta 158, desde Río Cuarto hasta Villa María (Córdoba), cercanas a la principal región argentina de producción.
Sin embargo, en los últimos años las industrias maniceras y los empresarios agrícolas que siembra la oleaginosa en el marco de contratos de producción con las fábricas se han ido corriendo hacia el sur y el este con el propósito de buscar más superficie y campos de mejor aptitud agrícola. El crecimiento de los rendimientos promedio observado en el último lustro se deba muy probablemente a ese fenómeno.
Al tratarse de un negocio integrado, la capacidad de pago del sector manicero es muy superior al de las empresas –tanto grandes como medianas y pequeñas– que buscan campos de terceros para sembrar soja, maíz y trigo, entre otros productos.
“No tengo problema en competir con los maniceros o con cualquier otro sector, pero en igualdad de condiciones; la libertad de acción funciona cuando las reglas de juego son iguales para todos”, remarca Alzapiedi, quien está lejos de ser el único indignado al respecto (las redes sociales explotaron en ese sentido).
El mayor valor ofrecido por los maniceros para arrendar campos está muy lejos de ser un “regalo”, dado que el cultivo de maní requiere liquidar los sistemas de siembra directa. Eso porque para producir maní se requiere el empleo de una arrancadora que posee una reja que va por debajo del suelo, cortando las raíces y levantando las plantas para luego invertirlas, de manera tal que los granos queden expuestos a la luz solar y así se acelere el secado. La cosecha, propiamente dicha, se realiza tres a cuatro semanas después, con una maquinaria específica.
En algunos casos, para mitigar el impacto ambiental generado por el cultivo, se procede a realizar una siembra aérea de un cultivo de servicio con una fertilización posterior con el propósito de evitar eventuales perjuicios promovidos por la desnudez del suelo.
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