Desde la UNR Julio Galli muestra que no hace falta resignar ninguna, pero sí repensar la forma en que manejamos el pastoreo. Uno de los temas del XXVIII Congreso Aapresid.
En los modelos integrados agrícola-ganaderos – en especial los basados en el pastoreo de cultivos de servicios (CS) -, suele aparecer la ‘dicotomía’ entre maximizar la productividad y cuidar el ambiente, como si hubiera que elegir una o la otra. El equipo de Producción Animal de la UNR liderado por el Ing. Agr. Julio Galli, llama a revisar estos conceptos.
Galli pasará por el XXVIII Congreso Aapresid virtual (del 18 al 28 de agosto) para debatir el impacto del pastoreo sobre la sustentabilidad en modelos integrados. En su último trabajo comparó planteos 100% agrícolas de soja sobre soja y soja antecedida por un CS sin pastorear, con planteos donde el CS fue aprovechado con vaquillonas de recría a distintas intensidades: alta (5 cm de remanente), media-alta (10 cm), media-baja (15 cm) y baja (20 cm). El pastoreo fue continuo con el uso de animales ‘volante’ para ir ajustando la carga, que osciló de 2,4 a 6,5 cabezas/ha.
Pastoreos moderados y CS bien hechos: por ahi viene la clave
El estudio mostró que pastoreos con intensidades media-baja permitieron ganancias de peso vivo de hasta 1.05 kg/día y producciones de carne de 430 kg/ha en 100 días, nada despreciable en un sistema con 0 suplementación.
El planteo integrado también impactó sobre el rendimiento de la soja sucesora. “Si bien las diferencias no son significativas, vemos que la tendencia en el tiempo se inclina en favor de los tratamientos pastoreados”. El rendimiento económico relativo del planteo integrado superó en un 56% a la soja pura. El margen también fue superior respecto del uso exclusivo del raigrás como CS.
De hecho, el raigrás pastoreado acumuló 45% más de biomasa aérea respecto del no pastoreado y, aun con los máximos valores de producción de carne, dejó muy buena cobertura remanente (4.500 kg/ha).
Según Galli, “un verdeo permite obtener carne y brindar servicios ecosistémicos, pero la clave está en hacerlo bien”. El manejo que se dio, en este caso al raigrás, fue el de un verdeo. Se optó por un raigrás tetraploide, con densidades de 25 kg/ha.
Lo primero es mirar la especie que mejor se adapta a cada sistema. En este caso se trabajó con raigrás por su calidad forrajera y menor susceptibilidad a roya, pero en otras zonas podría convenir cebada o avena. “Es de esperar que este manejo con pastoreos moderados muestre la misma tendencia en otros planteos, más allá de la zona o la especie”, explicó Galli.
Incluso puede optarse por subir la carga y apostar a la suplementación, siempre y cuando se respeten los 15 cm de remanente.
Como cuestiones a considerar, el seguimiento del pastoreo en los primeros 20 días es clave para detectar posibles desbalances de fibra. Por otro lado, estos esquemas exigen mayor cintura para planificar, ya que si bien puede jugarse con el ciclo del CS, no siempre podrá desocuparse el lote y sembrar el cultivo de verano en la fecha prevista.
Para las malezas: el mayor riesgo se corre en la ventana entre que se sacan los animales y se seca el CS. “Pero si se respetan los 15 cm de remanente (evitando pastoreos intensos) las malezas no suelen ser un problema”.
Sustentabilidad: la carga “animal-ambiental”
En cuanto a la sustentabilidad, Galli recomienda dejar de planificar la carga animal pensando en maximizar la producción: “el impacto sobre el ambiente debe ser parte de la ecuación. Por eso conviene hablar de ‘carga animal-ambiental’.
Con la orina y heces, los animales devuelven al suelo más de la mitad del N y P, y con el pastoreo, desacoplan los nutrientes para que sean fácilmente reciclados y vueltos a ‘acoplar’ una vez absorbidos por la pastura. Pero las altas cargas rompen ese equilibrio de ‘acople-desacople’ y es ahí donde se generan las emisiones, contaminación de napas, etc.
El concepto de ‘carga animal-ambiental’ apunta a rehacer las cuentas pensando en algo más que la producción de carne. Según Galli, la carga óptima está donde equilibran el máximo de cabezas/ha y el mínimo de emisiones y lixiviación de nutrientes; la máxima cosecha de carbono (y por tanto la ganancia diaria) y su máximo retorno al suelo; la máxima digestibilidad y la mínima degradabilidad de la broza (y por tanto un mayor tiempo de retención del residuo en el suelo).
Al mirar indicadores de salud de suelo, los suelos bajo modelos integrados mostraron menor resistencia a la penetración respecto de soja pura, aun con pastoreos de alta carga. También fueron máximas la estabilidad de los agregados y las tasas de infiltración, en este último caso sin diferencias respecto del uso exclusivo del raigrás como CS.
En cuanto al reciclado de C el mayor aporte viene de las raíces, y este también se maneja con el pastoreo: “cada pastoreo provoca la muerte de raíces, aportando C al sistema”, explica Galli. La acumulacion de C organico fue máxima con pastoreos intermedios.
Queda claro que los sistemas simples son también los menos estables y menos resilientes, y que el camino de la sustentabilidad está marcado por lo complejo: las ‘recetas’ ya no pueden salvarnos.
Fuente: AAPRESID
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